LOS DESAFÍOS DE LA LLAMADA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO: una perspectiva focalizada en el ámbito laboral.

Por Claudia González

Introducción

Dialogar hoy sobre las perspectivas que implica el concepto de Sociedad del Conocimiento se hace muy necesario y pertinente.

No podemos estar ausentes en este debate que ocupa gran parte de las agendas políticas, económicas y académicas del mundo contemporáneo. Por lo que nos gustaría proponer estas breves líneas sobre el tema de Los desafíos de la llamada Sociedad del Conocimiento: una perspectiva focalizada en el ámbito laboral, de manera tal que comencemos a pensar en esta nueva realidad, en la que todos estamos llamados a pensar y, por ende, a actuar.

El artículo iniciará dando algunas definiciones que se vienen manejando en torno al Conocimiento y a la Sociedad del Conocimiento, para luego recordar, esquemáticamente, cuáles son los ámbitos que se ven permeados por este nuevo paradigma, el cual viene forjándose con mucho ímpetu y nos obliga a todos y todas a estar abiertos a las múltiples trasformaciones no sólo de nuestros sistemas productivos sino que, también, de nuestras propias relaciones humanas.

Más adelante, la idea se irá focalizando en torno al tema de la evolución y los nuevos espacios conceptuales de la noción de trabajo, considerando algunos antecedentes interesantes, describiendo brevemente algunos hechos actuales para pasar por breves datos estadísticos significativos y llegar hasta las puertas de algunos de los más importantes desafíos a que esta realidad nos impone.

¿Qué es el conocimiento y qué es la Sociedad del Conocimiento?

Estamos hoy día frente a necesidades de la ciencia y de la sociedad que, en distintos aspectos, se nos presentan como nuevas. Con el avance tan dinámico de la tecnología, podemos ver que la producción del conocimiento se encuentra en un proceso de renovación y ebullición constantes, y que las formas de organización de esta producción tienden cada vez más, con mayor fuerza, hacia la proyección de nuevos sistemas de esa relación que, desde tiempos remotos, se da entre el ser humano y su capacidad creadora; y entre la economía y la sociedad que, hoy por hoy, requieren de un margen mucho más estrecho de integración.

Existen varias teorías que nos hablan acerca de esta nueva forma de producción del conocimiento. Así también existen diversas maneras de conceptualizar no sólo la producción sino que el conocimiento mismo.

Si nos desplazamos en este contexto de las conceptualizaciones, podremos ver que, inclusive al interior de sus propias estructuras, no todo está dicho. También podremos ver que la comprensión de los fenómenos procesuales y simultáneos tampoco cuenta con una claridad absoluta, y que, al final, aún persiste, y se percibe en el ambiente, una confusa ambivalencia que nos indica que si sobre la Sociedad del Conocimiento algo ya se ha escrito, todavía queda mucho por escribir.

Estas páginas que aún no han sido escritas traerán consigo ideas puestas y contrapuestas que se enfrentarán entre sí. Traerán teorías que aún luego de adoptarlas tendremos que pensar en cómo desecharlas, ya que todo ciclo natural y vital nos lleva inevitablemente a tomar conciencia del poder de lo efímero y de la enorme responsabilidad que tenemos hoy para abordar las distintas situaciones problemáticas que nos plantea este nuevo orden global.

Según Tylak, “el conocimiento es un concepto amplio cuyo alcance y fronteras son difíciles de definir”[1]. De acuerdo con Sther, “el conocimiento es la capacidad de actuar”[2]. En las palabras de David y Foray, “el conocimiento dota a sus poseedores de la capacidad de acción manual e intelectual”[3]. Según Fritz Machlup, “el conocimiento es cualquier actividad humana eficazmente diseñada para crear, alterar o confirmar en la mente humana una percepción significativa, comprensible o conciente”[4].

Para algunos economistas neoevolucionistas, como Dosi por ejemplo, el conocimiento incluye categorías cognoscitivas, códigos de interpretación de la información, habilidades tácitas y soluciones de problemas[5]. Para Foray y Lundvall, el ser humano posee cuatro tipos de conocimientos: el saber qué, el saber por qué, el saber cómo y el saber quién[6]. De acuerdo con Polayni, es fundamental comprender y distinguir entre conocimiento tácito y conocimiento explícito. Y éstos, según Senker y Faulkner, no son opuestos sino más bien complementarios[7]. Para Saviotti, a través del conocimiento es posible la innovación. Este conocimiento viene generado por medio de mecanismos de aprendizaje que se nutren de las actividades rutinarias en la producción, la distribución y el consumo. En este sentido, las innovaciones pueden ser no sólo tecnológicas sino que también organizacionales y sociales[8].

De esta manera, podríamos seguir con un listado pertinente y enriquecedor de las distintas definiciones que hoy día tenemos sobre el Conocimiento, pero creemos que con este breve panorama conceptual, tenemos ya las facultades y los recursos necesarios para intuir la importancia del tema y la pertinencia de su discusión. Sin embargo, lo que sí nos gustaría rescatar es que, en sus distintas acepciones, el Conocimiento implica en sí mismo una actividad humana que debe ser eficaz en esa búsqueda de respuestas válidas y alternativas que conlleven a toda la sociedad a plantearse, de cara a un futuro inmediato, el mejoramiento de los niveles de bienestar social de todos los que la conforman. Un bienestar que haga posible que la operatividad de la economía esté basada en las necesidades de la sociedad, esforzándose por sostener la frágil ecuación articulada sobre el equilibrio y la armonía.

En este sentido, la llamada Sociedad del Conocimiento se encuentra hoy en el intento de llevar a cabo una serie de estudios, reflexiones y acciones sobre las distintas transformaciones (tecnológicas, políticas, sociales, culturales, antropológicas y económicas) que envuelven a nuestra era con el fin, quizás, de plantearse no sólo un asunto de prioridades sino la comprensión clara de la lógica de la evolución social en toda su complejidad[9].

El concepto de Sociedad del Conocimiento, que se viene manejando aproximadamente desde los años 90, por un lado, enmarca, sin estar exento de dificultades, esta complejidad propia de la evolución actual de nuestro mundo y a la que hacemos referencia. De igual manera, por otro lado, este concepto se enlaza también con otros como los de aprendizaje, innovación, información, tecnología, competitividad, desarrollo, economía, trabajo, empleo, educación, investigación, calificación, revolución, creatividad, competencia, interacción, universidad, empresa, desplazamiento, red, flujo, intercambio y sistemas de entrenamiento, por citar algunos.

Estamos, por lo tanto, viviendo transformaciones globales y locales, que hacen que nuestra sociedad del siglo XXI sea muy distinta a las anteriores, y en la que muchos autores coinciden en destacar y considerar al Conocimiento como un componente cada vez más endógeno al desarrollo económico. Estos autores postulan que en la “nueva economía, el Conocimiento se ha vuelto el factor clave de la producción”[10]. Por lo que no nos debería de extrañar que, como lo dicen Coombs y otros, “las economías que tradicionalmente se habían concentrado en los bienes de capital y de trabajo homogéneo como importantes factores de la producción, ahora se esfuercen por participar en la generación, distribución y uso del conocimiento”[11].

Esto, por su lado, nos remite a considerar también que este concepto de Sociedad del Conocimiento o Sociedad basada en el conocimiento, a su vez, se relacione también con otros tan importantes como los de “economía basada en conocimiento” o “economía del aprendizaje”, con los de “orientaciones innovadoras en las empresas”, “universidades emprendedoras”, “capital intelectual”, “gerenciamiento del conocimiento” y “economía de la innovación”.

No todos estos conceptos son sinónimos entre sí. Cada uno de ellos así como se constituye en un aspecto del estudio sobre la Sociedad del Conocimiento, también se involucra como parte sustancial de la nueva dinámica mundial, la que nos abre sendas puertas hacia desafíos antes no imaginados.

Los ámbitos del nuevo paradigma basado en el Conocimiento

El alcance de este nuevo paradigma es sorprendente. El mismo atraviesa las relaciones humanas entre sí y se constituye en un eje fundamental de todos los ámbitos en los que éstas se llevan a cabo. Desde el ámbito antropológico hasta el económico. Desde el ámbito político hasta el cultural, el social y el educativo. Desde el ámbito universitario y el de la investigación científica y profesional hasta el empresarial y laboral, siendo, justamente, éste último, el laboral, el que, en esta ocasión, deseamos adoptar como núcleo de focalización de nuestra atención y organizar desde aquí algunas reflexiones e interrogantes, cuyas respuestas distan mucho aún de ser claras, precisas o deuteragonistas[12].

Según Tezanos, el mundo está asistiendo a “un conjunto de cambios en los sistemas productivos que van a conducir —si no lo están haciendo ya― a un nuevo escenario social”[13].

Este escenario es el de una civilización que él denomina postlaboral, “en la que el trabajo ya no desempeñará el mismo papel que ha tenido en el largo ciclo que ha transcurrido desde la revolución neolítica hasta los inicios de la revolución tecnológica, pasando por la industrial”[14].

La comprensión de la existencia ya abierta de este escenario adquiere mucha relevancia para nosotros, considerando que sus propias connotaciones históricas son muy palpables.

La robotización y la automatización avanzada permitirán que nuestra evolución histórica realice un salto cuya espectacularidad no dejará de asombrarnos y cuyo impacto social se derivará en una concatenación de situaciones problemáticas, frente a las cuales debemos estar preparados para, por lo menos, tener la capacidad de pensar y, por ende, de actuar.

Si por un lado, un cada vez mayor trabajo-resultado se obtendrá con un cada vez menor trabajo-esfuerzo, por el otro, ¿cómo responder ante las altas tasas de desempleo?, ¿cómo reorganizar la distribución de las tareas y las funciones?, ¿qué implicancias tendrá el alcance del nuevo concepto de “trabajo” y “trabajador”?, ¿cómo identificar las fronteras entre la cualificación y la descualificación?

La enorme capacidad de apertura al conocimiento que demandará este nuevo horizonte de civilización, en todos los ámbitos identificados en párrafos anteriores, no debería dejarnos tan cómodos en nuestras casas u oficinas, tanto por la complejidad que este horizonte implica como por las propias paradojas que lleva implícitas; tanto por la extrema carga de negatividad que lo envuelve como por la amplia gama de posibilidades de renovación positiva y cambio que también emanan de él.

Algunos antecedentes que hacen alusión a las características este nuevo orden

Si nos remontáramos hacia algunos años atrás, podríamos ver que, sobre toda esta discusión que hoy abarca gran parte de nuestra atención, ya se tienen algunos antecedentes interesantes de destacar.

El viejo, querido y recordado Albert Einstein, ya en su época, decía que todos los imperios del futuro serían imperios del conocimiento y que solamente serían exitosos los pueblos que entendieran cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; los pueblos que lograran buscar, encontrar y retener a los jóvenes que tuvieran la capacidad para hacerlo[15].

En otras dimensiones, Keynes, en un pequeño opúsculo que fue publicado en 1930, cuyo título es Las posibilidades económicas de nuestros nietos, ya advertía sobre el papel y los efectos de la tecnología en el progreso económico. De igual manera, advertía sobre la rapidez de los cambios y el advenimiento de una nueva enfermedad, que él denominó paro tecnológico[16], en la que se conjugan elementos difíciles de conciliar como la economía del uso factor trabajo, el desempleo acelerado y la escasez de nuevos empleos para el trabajo disponible[17].

Otro antecedente es el memorándun de la “Triple Revolución[18], de 1964. En el mismo se anticipaba una coyuntura especial que obligaría a la humanidad a replantearse sus valores y sus instituciones a consecuencia de una triple revolución que se iría dando en tres contextos fundamentales: en el de la automatización, en el de los armamentos y en el de los derechos humanos. Con este antecedente podemos observar cómo aquellos científicos responsables de la investigación anticipaban ya una lógica económica distinta y un conjunto de problemas sociales que no habrían encontrado soluciones ni podrían ser resueltas desde el paradigma del modelo industrial. Y se referían, en específico, al desempleo, al deterioro laboral, a la disfuncionalidad y los desajustes entre la mayor producción de la riqueza y su menor distribución, entre otros.

Las líneas del documento plantearon ya, en 1964, que “en el seno de la abundancia potencial se tendría el peligro de la aparición de una clase permanentemente empobrecida y desempleada”[19].

Por último, aparece otro antecedente cuyo discurso y análisis están muy cerca de nuestra realidad. Se trata del estudio de Adam Schaff quien, en el informe del Club de Roma sobre Tecnología y Sociedad (1982), ha abierto las puertas de la reflexión académica en torno “al paro estructural que se encuentra conectado a la revolución tecnológica”[20].

No es nuestra intención hacer aquí una apología antitecnológica al más puro estilo marcusiano, sino más bien reconocer con objetividad algunos de los antecedentes con los que contamos para encaminarnos hacia la comprensión de interrogantes vitales para la sociedad del siglo XXI, como por ejemplo: ¿hacia dónde nos están conduciendo las transformaciones sociales?, ¿hacia dónde apuntan los desafíos a los que estamos llamados, considerando que ya somos parte de todo lo que implica hablar hoy de la Sociedad del Conocimiento?

La problemática actual en la perspectiva del ámbito laboral

La problemática actual que se despliega ante nuestros ojos nos debe inducir a ver con atención que existen ya hechos que son como señales concretas de las transformaciones en proceso.

Nos referimos, por ejemplo, a las altas tasas de desempleo, a la precarización del trabajo, a la desmanualización y desoperarización de las actividades productivas, a la segmentación de las ocupaciones, a los requisitos de las nuevas condiciones tecnológicas, al empobrecimiento y la intercambiabilidad de los trabajadores, a las exigencias de adaptabilidad, flexibilidad, reciclaje y movilidad que hacen parte del perfil de ese trabajador eficaz y eficiente que se busca hoy[21]. No es, por cierto, un panorama muy alentador, e pur si muove, diría Galileo Galilei.

Esta realidad existe y está presente entre nosotros. Estos hechos ya hacen parte de la agenda política y económica de todos los países del orbe, en mayor o menor grado. Inclusive en los más pobres de América Latina y el Caribe en los que, además, la desincronización histórica complementará y activará otras complejidades que deberán ser atendidas.

Estamos frente a lo que muchos denominan como “la crisis generalizada del trabajo”. Una crisis que afecta al trabajo como nexo económico vinculado al elemento salario, al trabajo como actividad social y al trabajo como centro de un modelo específico de sociedad.

Observemos algunos datos estadísticos, que si bien pueden parecer más fríos que de costumbre, nos permitirán otorgarle un valor numérico a la problemática sobre la que estamos hablando.

La OIT y la ONU informaron últimamente que, con respecto al Trabajo en el Mundo, 1.000 millones de trabajadores están desempleados o subempleados; que 160 millones de personas buscan trabajo; que 850 millones trabajan menos de lo que quisieran; que 550 millones ganan menos de un dólar diario y que entre éstos la mayor proporción es la que corresponde a las mujeres; que 250 millones de niños y niñas están trabajando y que, la mayoría, es víctima de abusos físicos y psíquicos; que la seguridad de los ingresos corre peligro; y que los niveles de discriminación de que son objeto las mujeres ha alcanzado cifras alarmantes.

Creemos que estos números, más que transmitirnos un mensaje negativo, nos deben ayudar a pensar y actuar mejor, propiciando soluciones válidas para esta crisis generalizada del trabajo que es parte, también, de una crisis generalizada de los valores humanos.

En este sentido, nos gustaría apuntalar la posibilidad de una visión constructiva, la que hace parte de esa “otra cara de la moneda” de una situación universal. En primer lugar, porque esta otra cara existe. En segundo lugar, porque es justamente en esta otra cara donde podemos encontrar formas distintas para mirar el futuro inmediato de una realidad que nos incumbe a todos: ricos y pobres, blancos y negros, orientales y occidentales, hombres y mujeres, grandes y pequeños. En tercer lugar, porque es esta otra cara la que nos habla de las implicancias positivas que trae consigo una crisis, cualquiera que sea su índole u origen. Y las implicancias positivas se traducen en desafíos. Y los desafíos emanan con mucho vigor desde el seno mismo de las crisis que pretenden negarlos.

A estos desafíos queremos apuntalar, sin olvidar que será el logro de cada uno de ellos los que nos conduzcan hacia la emancipación humana que anhelamos y a la que podemos aspirar dignamente.

¿A qué desafíos nos llama esta Sociedad del Conocimiento?

El profesor Tezanos diría: “La crisis de lo viejo anticipa lo nuevo”[22]. Por lo que creemos que el primer gran desafío, es el desafío de “lo nuevo”. Pero, ¿qué es “lo nuevo”?, ¿qué es lo que como “nuevo” nos presenta nuestra contemporaneidad?

A nuestro modo de ver, “lo nuevo” somos nosotros mismos, independientemente de la época en la que nos corresponda vivir: en el medioevo, en el renacimiento, en el barroco, en la revolución industrial, en la modernidad, en la postmodernidad, en la sociedad del conocimiento, en el siglo XXII y en los que vendrán.

“Lo nuevo” es y será esa capacidad humana que nos hace diferentes de los otros seres vivos. Esa capacidad que nos desplaza en la conciencia de un futuro con esperanzas. Un futuro en el que podemos imaginar y crear los conocimientos necesarios para lograr niveles de bienestar social para todos, acorde a nuestras necesidades e ilusiones como personas. Un futuro en el que podemos conquistar nuevas modalidades de trabajo gratificante y satisfactorio e, inclusive, en el que tenemos muchas probabilidades de innovar otras que hoy nos resultan difíciles de imaginar. Un futuro en el que podemos disfrutar de acrecentadas oportunidades para ser felices.

En nosotros está “lo nuevo”. En nuestros jóvenes y niños, en sus sueños y en sus sanas ambiciones. En ese infinito potencial de superación y trascendencia que traen arraigado al corazón, con el que deberán enfrentarse a múltiples, rápidas, simultáneas y diversas transformaciones.

Este es, creemos, el primer gran desafío al que nos llama esta nueva sociedad. Esta nueva forma de ver la vida, que responde a los criterios de una sociedad basada en el conocimiento.

El segundo desafío es expandir el campo específico del trabajo y elaborar su re-estructuración conceptual y operacional. Esto se traduce en el logro de un proceso de expansión de nuevas alternativas productivas y ocupacionales, remuneradas y, socialmente, reconocidas Como por ejemplo, las nuevas actividades en el contexto de la solidaridad, del apoyo social, del ocio, de la educación, del mantenimiento ecológico, del desarrollo cultural, del deporte, de la mejora de la calidad de vida. Nuevas actividades en el contexto de la investigación científica profesional, en el de la intermediación, en el de la ayuda a domicilio, en el de las innovaciones comunicacionales y tecnológicas, en el del diseño de todo lo que implica el concepto de “moda”, del turismo, del trabajo cívico y en el del entretenimiento, entre otros[23].

Este desafío trae implícito otro que nos llama a desterrar la tentación de pensar que todo pasado fue mejor. Es evidente que debemos hacer un esfuerzo conjunto, global y local, para desactivar ese mecanismo que nos lleva a la nostalgia, difícil de adjetivar, de un pasado que se consolida arbitrariamente en un mito abominable y engañoso.

Por otro lado, nos parece sensato, como lo establece André Gorz, intuir que será de vital importancia caminar hacia un tercer desafío que nos habla de adoptar un concepto multipolar de nuestra propia vida social y, por ende, comenzar a conjugar las necesidades del trabajo con las de la vida. De lo contrario, ¿cómo podríamos imaginar escenarios innovadores, de realización y de bienestar?

En el campo estrictamente de lo laboral el objetivo no solo sea, quizás, trabajar menos sino que trabajar mejor.

Tal y como lo sostuvo Ulrich Beck, “el fin de la sociedad laboral y el proceso de sustitución de los hombres por máquinas no tienen porqué desembocar en catástrofes sociales inevitables, sino más bien en todo lo contrario, ya que sólo cuando se consiga transferir a las máquinas todos los elementos pasivos y miserables, estarán las fuerzas creadoras humanas libres para acometer punto por punto las grandes cuestiones”[24]. Si no, preguntémonos cómo es que está haciendo China para posicionarse entre los mejores sectores productivos hoy día, apuntando a la calidad como una constante y superando, inclusive, a Canadá, Alemania, Japón y al mismo Estados Unidos de Norteamérica.

Otro de los grandes desafíos, que ya se encuentra llamando a nuestras puertas, y que debería ser un tema de primer orden en los diseños de las correspondientes políticas públicas, en sincronización con la dinámica de la perspectiva global, es el que nos refiere Adam Schaff.

Este autor se pregunta si existe un “alguien” que pueda objetar que para una sociedad civilizada el hecho de garantizar ingresos suficientes y un modo de vida digno a todos sus ciudadanos no sea una prioridad central al interior de nuestra propia dinámica actual[25].

Para concluir

Creemos que éstos son solamente algunos de los desafíos con los que de manera responsable y honesta debemos comenzar a hacer cuentas sólidas.

La asignación equitativa de los bienes, recursos y medios de subsistencia; la conformación de mecanismos más justos de distribución; la apertura de otras alternativas multipolares de creación y gestión del conocimiento en sustitución del modelo estricto de la sociedad laboral; el ajuste de algunas instituciones básicas; la reestructuración de los procedimientos sobre los que actualmente se organiza la economía son puntos importantes de esta perspectiva focalizada en el ámbito laboral que, a su vez, se constituye en uno de los grandes desafíos a los que nos convoca esta nueva realidad.

Una realidad ante la cual no podemos rezagarnos más. En la que debemos entrarle al cambio, entendiendo que eso implicará la adopción de políticas públicas que tengan que ver con el sistema educativo, con la capacitación permanente y con el desarrollo de las habilidades básicas y necesarias para entrar al mercado laboral”[26].

Por lo tanto, la discusión sobre las nuevas condiciones de la fuerza laboral que requiere el mercado, asimismo como los cambios organizacionales y la influencia de la tecnología en el sistema productivo y lo que esto implica para los trabajadores de nuestra región, son tareas prioritarias para nuestro medio. Son miradas distintas cuyas respuestas y soluciones buscan emerger en esta nueva Sociedad del Conocimiento que nos llama a actuar con convicción, sin olvidar la esencia y la trascendencia de nuestra propia humanidad.



[1] Tylak, cit. en Rosalba Casas y Jorge Dettmer, Sociedad del conocimiento. Capital intelectual y organizaciones innovadoras, Catedra UEALC Sociedad del Conocimiento, FLACSO, México, 2004, p.11.

[2] Sther, cit. en Rosalba Casas y Jorge Dettmer, ob.cit., p.11.

[3] David y Foray, cit. en Rosalba Casas y Jorge Dettmer, ob.cit., p.11.

[4] Fritz Machlup, cit. en Rosalba Casas y Jorge Dettmer, ob.cit., p.11.

[5] Cfr. Dosi, cit. en Rosalba Casas y Jorge Dettmer, ob.cit., p.12.

[6] Cfr. Foray y Lundvall, cit. en Rosalba Casas y Jorge Dettmer, ob.cit., pp.13-14.

[7] Cfr. Polayni, Senker y Faulkner, cit. en Rosalba Casas y Jorge Dettmer, ob.cit., pp.14-15.

[8] Cfr. Saviotti, cit. en Rosalba Casas y Jorge Dettmer, ob.cit., p.16.

[9] Cfr. José Félix Tezanos, La sociedad del trabajo y el mundo del trabajo, Cátedra UEALC Sociedad del Conocimiento, FLACSO, México, 2004, p.40.

[10] Rosalba Casas y Jorge Dettmer, ob.cit., p. 32.

[11] Ibidem., p. 32.

[12] Se utiliza aquí el concepto literario que hace referencia al personaje que sigue en importancia al protagonista en una determinada obra.

[13] José Félix Tezanos, ob.cit., p.8.

[14] Ibidem., p.8.

[15] Albert Einstein, cit. en Benjamín Fernández Bogado, El Estado en medio de la crisis de credibilidad del sistema, Texto de un Curso dictado en Sinaloa-Mazatlán, 2004, p.1.

[16] Para Keynes el paro tecnológico significa desempleo debido a nuestro descubrimiento de los medios para economizar el uso del factor trabajo sobrepasando el ritmo con el que podemos encontrar nuevos empleos para el trabajo disponible. Cfr., Keynes cit. en José Félix Tezanos, ob.cit., p.19

[17] Ibidem., p.19.

[18] Este memorándun fue remitido en 1964 al presidente Lyndon B. Jonson por un grupo de 26 intelectuales y científicos norteamericanos, entre ellos varios premios Nobel. Cfr. José Félix Tezanos, ob.cit., p.20.

[19] Cit. en José Félix Tezanos, ob.cit., p.20.

[20] Adam Schaff, cit. en José Félix Tezanos, ob.cit., p.21.

[21] Ver José Félix Tezanos, ob.cit., p.22.

[22] José Félix Tezanos, ob.cit., p.28.

[23] Ibidem., pp.28-31.

[24] Ulrich Beck, cit. en Ibidem., pp.34-35.

[25] Adam Schaff, cit. en Ibidem., p.36.

[26] Martín De Los Heros Rondenil, Profesor y Tutor de la Cátedra UEALC Sociedad del Conocimiento, FLACSO, Sede México.

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